La caída de la desarrolladora simboliza el freno en el crecimiento, la caída de la demanda interna y el aumento del endeudamiento, generando preocupación entre inversionistas y autoridades internacionales

“El sorprendente colapso de Evergrande se ha convertido en un símbolo de la desaceleración económica más amplia de China, a medida que la demanda de los consumidores se debilita y la fuerza laboral se reduce, y la deuda se dispara”, sintetizó la newsletter diaria GZERO, publicada por el presidente de Eurasia Group, Ian Bremmer.
Esta frase, que circula en el análisis internacional, resume el impacto que la caída de China Evergrande Group ha tenido no solo en el sector inmobiliario, sino en la percepción global sobre la economía china. El proceso de exclusión de la compañía de la Bolsa de Hong Kong, previsto para el 25 de agosto, marca el desenlace de una crisis que ha puesto en jaque a miles de proyectos, inversionistas y autoridades, y que expone las vulnerabilidades estructurales de la segunda economía mundial.
La noticia principal, confirmada por los liquidadores conjuntos Edward Middleton y Tiffany Wong, directores generales de Alvarez & Marsal Asia, es que Evergrande será retirada de la cotización bursátil de Hong Kong el 25 de agosto.
La empresa, que desde enero de 2024 se encuentra en proceso de liquidación por orden del Tribunal Superior de la ciudad, no logró cumplir con los requisitos para reanudar la negociación de sus acciones, suspendidas desde el 29 de enero. El plazo de gracia de 18 meses, que le permitía regularizar su situación financiera y publicar resultados pendientes, expiró el 28 de julio sin avances sustanciales. La notificación oficial de la bolsa llegó el viernes anterior, y la suspensión de la negociación se mantendrá hasta el 22 de agosto, antes de la exclusión definitiva. Los certificados de acciones seguirán siendo válidos, pero “no serán negociables”, advirtieron los liquidadores en su comunicado.
El colapso de Evergrande no puede entenderse sin analizar el contexto regulatorio que precipitó la crisis. En agosto de 2020, el gobierno chino implementó la política de las “tres líneas rojas”, que obligaba a los desarrolladores inmobiliarios a limitar sus pasivos al 70% de los activos, mantener la deuda neta por debajo del 100% del capital y conservar reservas de efectivo superiores al 100% de la deuda a corto plazo. Esta campaña de desapalancamiento, diseñada para sanear el sector, desencadenó una crisis de liquidez que afectó especialmente a las empresas más endeudadas.
Evergrande, fundada en 1996 en Guangzhou por Xu Jiayin (también conocido como Hui Ka-yan), había liderado la expansión del mercado inmobiliario chino tras la liberalización, y su modelo de crecimiento dependía de múltiples formas de deuda y pagos anticipados de compradores. En 2017, la compañía alcanzó una capitalización bursátil máxima de 414.400 millones de dólares hongkoneses (53.100 millones de dólares estadounidenses), y Xu llegó a ser el hombre más rico de China.

El modelo de negocio, sin embargo, resultó insostenible. Cuando el financiamiento se agotó y los precios de las viviendas comenzaron a caer, la demanda de nuevos compradores se desplomó. Los últimos datos financieros de Evergrande revelan un pasivo total de 2,38 billones de yuanes (330.000 millones de dólares estadounidenses) al cierre de junio de 2023, superando sus activos en 644.200 millones de yuanes. La deuda agregada ascendía a 624.770 millones de yuanes. El precio final de la acción quedó en 0,163 dólares hongkoneses, lo que representa una capitalización de 2.100 millones de dólares hongkoneses, apenas el 0,5% de su valor máximo.
El deterioro financiero se agravó en 2023, cuando los reguladores chinos acusaron a la principal filial nacional de Evergrande de inflar ingresos por casi 80.000 millones de dólares estadounidenses.
Xu fue inhabilitado de por vida para operar en el mercado de valores del país, y la auditora externa PwC recibió una suspensión de seis meses por su papel en el presunto fraude contable. Todos los implicados recibieron multas. Desde entonces, Xu permanece fuera del ojo público, detenido por las autoridades chinas bajo sospecha de cometer actos ilegales, según la propia empresa.
El futuro de Evergrande y la gestión de su deuda presentan un panorama incierto. Los liquidadores insisten en que “se han logrado avances significativos” en el último año y medio y que “están haciendo todo lo posible para avanzar con rapidez”.
No obstante, reconocen que las perspectivas son “muy inciertas” debido a la magnitud y complejidad de las operaciones, activos y pasivos de la compañía. El grupo controla más de 3.000 entidades legales en múltiples jurisdicciones y tiene 1.300 proyectos en desarrollo en más de 280 ciudades, muchos de ellos inconclusos, lo que deprime los precios inmobiliarios y deja viviendas vacías.
Además, existen dos filiales cotizadas en Hong Kong: China Evergrande New Energy Vehicle Group y Evergrande Property Services Group. Aunque en el pasado algunos inversores mostraron interés en adquirir la división de vehículos eléctricos, los liquidadores informaron que “no han recibido nuevas expresiones de interés”. La rama de servicios inmobiliarios gestiona 3.000 proyectos, lo que añade complejidad al proceso.

El caso de Evergrande ha tenido repercusiones internacionales, especialmente por su deuda offshore y el efecto contagio sobre la economía china. Según Nikkei, la caída de la empresa se percibe como un reflejo de la desaceleración económica del país, en un contexto de menor demanda interna, envejecimiento de la fuerza laboral y aumento del endeudamiento.
El impacto de la crisis de Evergrande se extiende a otros grandes desarrolladores inmobiliarios chinos. Las acciones del sector han repuntado en 2025, con un índice que sigue a las empresas inmobiliarias y de construcción cotizadas en Hong Kong subiendo un 20%. Sin embargo, este indicador sigue por debajo de la mitad del nivel registrado hace cinco años.
El desempeño de las compañías es dispar: Jinmao ha visto crecer sus acciones más del 50%, impulsada por un aumento del 23% en ventas contratadas durante los primeros siete meses del año, mientras que Country Garden y China Vanke han experimentado caídas.
Vanke ha evitado el impago gracias a préstamos sucesivos de Shenzhen Metro Group, su principal accionista estatal, que la semana pasada acordó un nuevo crédito de 1.680 millones de yuanes para refinanciar deuda.
Analistas de HSBC advirtieron que “aún existe mucho escepticismo sobre la capacidad de los desarrolladores para cumplir con las expectativas de ganancias, por lo que aquellos que logren resultados respetables seguirán destacándose en el precio de sus acciones”.
El sector inmobiliario chino sigue sumido en una recesión desde la introducción de las “tres líneas rojas”. En septiembre pasado, la dirigencia del Partido Comunista cambió su discurso y subrayó la necesidad de “detener la caída y estabilizar” el mercado, pero no se han observado señales claras de recuperación.
Según la proveedora de datos Wind, el precio promedio de viviendas nuevas en 70 ciudades de China ha caído interanualmente desde abril de 2022, con un descenso del 3,7% en junio. Esta contracción ha afectado las finanzas de los gobiernos locales, que dependían de la venta de terrenos para financiar inversiones y sostener el crecimiento económico.
La depreciación de los inmuebles, que representan cerca del 70% de la riqueza de los hogares chinos, ha minado la confianza de los consumidores. El gobierno ha respondido con subsidios para automóviles, electrodomésticos y teléfonos inteligentes, y ha promovido el mercado bursátil como alternativa de inversión. No obstante, los analistas consideran que la estabilidad de los precios de la vivienda es indispensable para una recuperación generalizada del ánimo inversor y esperan nuevas medidas de apoyo.
Fuente:Infobae